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Cita con el Periodismo: de regreso a la radio

En ocasiones es necesario pararse y mirar hacia atrás. Reflexionar: ¿de dónde partimos?, ¿dónde estamos? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

El otro día tuve el placer de participar en el programa de radio “Cita con el Periodismo”, creado en el ámbito de la radio universitaria por la facultad de Periodismo de Valladolid. Doy las gracias a Miguel Fernández-Páez, estudiante de último curso de Periodismo, y a su compañera, Alba Camazón, que me consideraron alguien digno de ser entrevistado en su programa de radio.

En “Cita con el Periodismo” entrevistan, una vez al mes, a algún periodista de Valladolid con, según dicen ellos, “algo que contar”. Y así me lo presentaron cuando me propusieron participar en el programa para contar mi historia.

Gracias a ellos, a lo largo de la entrevista fui haciendo una retrospectiva de lo que había sido mi progresión desde que salí de la facultad, allá por el año 2008, hasta la actualidad. Gracias a las preguntas que Alba me iba lanzando, fui explicando poco a poco cómo fue el proceso de buscar trabajo siendo una persona ciega, cómo me enfrentaba a las primeras entrevistas de trabajo, o cómo fue mi primera experiencia en la radio.

También hablamos de perros guía, del propio blog y de proyectos de futuro.

Si os apetece escuchar la entrevista, a continuación podeis ver el enlace.

Cita con el Periodismo – 29 de abril de 2016 | Radio UVa

Como siempre, ¡espero vuestros comentarios! 🙂

Un 56% de los padres con hijos con discapacidad no cree que puedan trabajar, según un estudio

Hace unos días vi este artículo en Europa Press y quería compartirlo con vosotros. ¿Qué opinais? ¿Estais de acuerdo?

Un 56% de los padres con hijos con discapacidad no cree que puedan trabajar

MADRID, 14 May. (EUROPA PRESS) –

Un 56% de los padres con hijos con discapacidad no confía en que éstos puedan trabajar en el futuro y el 33% lo achaca a prejuicios sociales y culturales que dificultarán su integración en la empresa ordinaria, según se desprende de las conclusiones del IV Informe Discapacidad y Familia, elaborado por Fundación Adecco y Delphi con motivo del Día Internacional de la Familia, que se celebra este 15 de mayo.

En cualquier caso, a pesar de que más de la mitad de los encuestados continúa sin confiar en la integración de su hijo, la cifra ha caído tres puntos porcentuales con respecto al año pasado (59%), lo que podría significar un paulatino cambio de mentalidad en las familias, que van viendo más posible que las personas con discapacidad se integren de forma normalizada, según los autores del estudio.

El objetivo de este informe es realizar una aproximación a la situación de las familias que tienen a hijos con discapacidad, así como identificar sus preocupaciones, necesidades y demandas. Las conclusiones del informe se basan en una encuesta realizada a 500 familias residentes en España.

El documento señala que el nacimiento de un niño con discapacidad supone un reto para toda la unidad familiar, especialmente para los padres, que pueden enfrentarse a sentimientos contradictorios derivados del desconocimiento y la desorientación. Sin embargo, la encuesta refleja que la mayoría de ellos comparten una meta común: que su descendiente con discapacidad adquiera la máxima autonomía posible.

Así, el 75% intenta fomentar al máximo que sus hijos realicen por sí solos sus tareas, aunque éstas les supongan más tiempo. Frente a ellos, un 25% prefieren supervisar y pautar a sus hijos en las actividades diarias, por temor a que no puedan desenvolverse con normalidad.

Según el director general de la Fundación Adecco, Francisco Mesonero, «tener un hijo con una discapacidad no es lo mismo ahora que hace 40 años: la sociedad está cambiando de mentalidad y ello se nota en la educación y en los valores que los padres transmitimos a nuestros hijos: de ahí que 3 de cada 4 apueste por dotarles de recursos y herramientas para ser autónomos».

«Sin embargo, muchas veces, y con la mejor de sus intenciones, los padres siguen cayendo en la sobreprotección innecesaria, lo cual puede suponer una barrera adicional para la integración normalizada de sus hijos», puntualiza.

A juicio de la consultora de la Fundación Adecco especializada en familias con discapacidad, Sara Romero, «aunque se ha avanzado mucho en los últimos años, muchas empresas siguen defendiendo la no contratación de personas con discapacidad, a través de razonamientos bien construidos y argumentados».

«Normalmente, el trasfondo es la falta de experiencias previas y el desconocimiento de las capacidades de la persona con discapacidad. Por otra parte, y aunque esto tiende a cambiar, todavía existen padres que presuponen que su hijo con discapacidad no podrá trabajar en el futuro, lo que sienta un precedente o «autoestigma» que influye negativamente en sus futuras posibilidades de empleo», indica.

Por otro lado, el estudio constata que un 85% de los encuestados declara que tener un hijo con discapacidad ha modificado el tiempo dedicado a los diferentes hábitos de vida, mientras que un 15% afirma que tener hijos modifica tu rutina siempre, independientemente de que tengan o no discapacidad. El ámbito donde más se nota esta reducción de tiempo es en el de ocio y socialización (89%) seguido del descanso (86%) y el cuidado personal (81%).

En cualquier caso, para un 90% de los encuestados, el hecho de tener un hijo con discapacidad le ha aportado una nueva perspectiva de la vida y le ha enriquecido como persona y ser humano, y citan aspectos como aprender a priorizar, paciencia, empatía (mayor capacidad para ponerse en el lugar del otro), fortaleza y resiliencia (capacidad para sobreponerse a situaciones difíciles), tener en cuenta el valor de las pequeñas cosas así como tolerancia y respeto hacia personas diferentes, entre otras cuestiones.

DIFICULTADES PARA LLEGAR A FIN DE MES

Además, el informe revela que un 38% de las familias con hijos con discapacidad se sustenta a partir de los ingresos de una sola persona, es decir, sólo uno de los dos progenitores tiene empleo. En muchos casos, esta situación se debe a una elección por parte de los padres, quienes optan porque uno de los dos trabaje fuera de casa, mientras que otro se encargue de manera directa de los cuidados que el hijo con discapacidad requiere.

Ante esta situación, un 64% de los encuestados encuentra algún grado de dificultad para hacer frente a sus gastos mensuales. Concretamente, un 20% encuentra muchas dificultades, seguido de un 11% que encuentra dificultades y un 33% que encuentra ciertas dificultades.

En la misma línea, el 81% de los encuestados afirma que su hijo recibe algún tipo de terapia, frente a un 19% que no se lo puede permitir. La mayor parte de estos tratamientos son de tipo médico o clínico (69%) seguidos de un 23% de ocio y otro 23% formativos.

A pesar del sobreesfuerzo económico que las familias tienen que realizar, el 96% tiene claro que estas terapias repercutirán positivamente en la evolución y desarrollo de su hijo y que, por tanto, les renta realizar la inversión.

Por otro lado, prácticamente la totalidad de los encuestados (97%) demanda más apoyos para facilitar la vida de las familias que tienen a personas con discapacidad. Por encima del aspecto económico, destaca el social: un 64% y un 56%, respectivamente, considera que es necesaria una mayor sensibilización en el entorno educativo y en el empresarial, para hacerlos más inclusivos.

Asimismo, un 52,7% y un 56% demanda más ayudas económicas, en forma de acceso a bienes y servicios y un 46,6% solicita más desgravaciones fiscales. Por su parte, otro 52,7% echa en falta más formación e información sobre la discapacidad entre los diferentes agentes sociales y un 28,8% alude a la accesibilidad en el plano arquitectónico, que todavía tiene un gran camino por recorrer.

PLAN FAMILIA DE FUNDACION ADECCO

Consciente de las dificultades añadidas que atraviesan las familias que tienen a algún miembro con discapacidad y en línea con su compromiso social, la Fundación Adecco desarrolla, desde hace 13 años, el Plan Familia en 171 empresas colaboradoras, que dan servicio a 1.166 beneficiarios con discapacidad.

Este programa se dirige a las personas que están más cerca de los trabajadores de las empresas con las que colabora la Fundación Adecco: sus familiares con discapacidad, con los que se trabaja principalmente en cinco áreas transversales: médica, social, educativa, formativa, de ocio y laboral, con el objetivo de preparar a los beneficiarios para el acceso al empleo.

Leer la noticia en Europa Press

Tras leerlo, me causó tanta curiosidad que no pude resistirme y se lo envié a mi madre. Quería conocer su punto de vista como madre de una niña discapacitada. ¿Cuales eran sus miedos? ¿También perdió la esperanza en que su hija tendría un futuro? Le pedí que leyera el artículo detenidamente y después escribiera sus impresiones para ccompartirlas en el blog, ya que tal vez, su experiencia pueda servir a otros padres y madres que ahora estén pasando por la misma situación.

En breve publicaré su relatto. Mientras tanto, ¿cual es vuestra opinión al respecto?

Jugando a ser actriz

Toda mi vida, desde que tengo uso de razón, recuerdo haber soñado con ser actriz. Cuando era pequeña jugaba a disfrazarme con mis primos y les obligaba a aprenderse breves historietas que yo inventaba. Buscábamos en el viejo desván de la abuela Teodora, entre los uniformes del ejército del tío Manuel -que en paz descanse, el pobrecito-, y las cofias y delantales que utilizaba la abuela cuando servía en la casa del alcalde.
Nos lo pasábamos pipa. A veces inventábamos que la sirvienta se enamoraba del oficial y se fugaban juntos, quizás porque lo habíamos visto en alguna película de la televisión, de esas que tanto le gustaban a la abuela. Otras veces organizábamos una función destinada a toda la familia. Esas eran las mejores. Juntábamos a todos los tíos, primos, abuelos y hasta vecinos, y hacíamos nuestra representación.
Cómo nos aplaudían todos. Y a nosotros, ¡cómo nos gustaban esos aplausos!
Desde entonces creo que tengo claro que quiero ser actriz.
Pero últimamente, parece que todo se pone en mi contra. El otro día fui por enésima vez a una de esas pruebas. Buscaban a una chica joven para un anuncio de perfume.

“Nos gusta tu pelo, pero…” (Me lo temía, siempre hay un “pero…”) “… Eres demasiado mayor para este papel.”

¿Demasiado mayor? ¡Pero si aún no he cumplido los 30!
Es deprimente.

Voy a otra prueba. Esta vez me ha recomendado mi amiga Mº Ángeles, que dice que buscan a una mujer joven, estatura media, de aspecto maternal para un anuncio de suavizante. Vamos allá…

“Nos gusta mucho tu voz y tu expresión corporal, pero… (Dios mío, ¿y ahora qué?) “…pero eres demasiado juvenil, no das el pego de madre”.

¿En qué quedamos? ¿Soy demasiado mayor o demasiado joven? Aclárense, señores.

He visto en el periódico que buscan una mujer de pelo oscuro para interpretar a la madrastra de Blancanieves en una función infantil. Me presento, y a ver qué pasa.

“Es que… no tiene usted cara de madrastra, la verdad. Es demasiado… dulce, ¿entiende?”

¡Qué voy a entender! ¿Demasiado dulce? ¡Pero si yo hice el papel de Maléfica cuando representamos La Bella Durmiente en el instituto! Aunque en aquella ocasión, la profesora me puso un suspenso, por cierto. Pero es que La muy zorra me odiaba porque yo salía con su hijo, y eso jugaba en mi contra.

En fin. Parece que soy demasiado joven, demasiado mayor, demasiado dulce, demasiado agresiva, demasiado alta, demasiado baja, demasiado morena, demasiado femenina y demasiado mujer para hacer cualquier cosa.

Me marcho a llorar a mi casa. Esto de jugar a ser actriz me agota, y creo que no se me da bien, como casi nada. Será que soy demasiado soñadora, demasiado optimista, demasiado ingenua…

Pero entonces, ¿qué coño hago ahora con mi vida?

Brilyn y yo presentamos el blog en una entrevista para ‘e-volución’

El pasado mes de mayo, Brilyn y yo estuvimos realizando unas prácticas profesionales en la productora audiovisual SEVENTHE PRODUCCIONES. Allí estuve desarrollando labores de comunicación, márketing, community manager, edición y redacción de textos, etc.

La periodista Laura Negro se interesó por la forma en la que las personas ciegas podemos acceder a las nuevas tecnologías, como por ejemplo, cómo utilizamos un ordenador, un teléfono móvil, o incluso, cómo se escribe y publica un blog siendo invidente.

El resultado fue una vídeo-entrevista que publica hoy el suplemento e-volución, del diario El Norte de Castilla.

Os dejo con el enlace, donde podéis vernos trabajando en la oficina… Y a Brilyn guiando en la calle 😉

Entrevista con Patricia Carrascal, creadora del blog «Viviendo a tientas»

Y la entrevista completa, en texto, podeis leerla aquí:

Blogueando a ciegas

Ser normal está sobrevalorado (Mi colaboración en La Encuadre)

El siguiente artículo lo escribí como firma invitada para la revista cultural La Encuadre, en su número de mayo. Esta publicación digital de carácter mensual quiso dedicar su novena edición a los «raritos y marginados». Me pidieron colaborar con un texto personal, relacionado o no con el tema del mes… Y este fue el resultado.

Ser normal está sobrevalorado

«Hola, mi nombre es Patricia. Soy periodista. He trabajado en…»

¿Qué más da? Normalmente, la gente solo me escucha hasta la mitad de la frase. El resto de la información se pierde mientras observan mis ojos de párpados caídos y a mi compañera, Brilyn. En cuanto ven a mi perra guía, siempre fiel a mi lado, y se dan cuenta de que soy ciega, todo lo que diga tras el saludo inicial se pierde, porque la gente se queda pensando en que soy ciega. “¿Cómo ha podido estudiar periodismo?” “¿Podrá trabajar?” -se preguntarán. Porque aún hoy, la sociedad no está mentalizada de que alguien con una –llamémosle así- “discapacidad” puede, gracias a los avances tecnológicos, estudiar, trabajar y llevar una vida lo más normalizada posible.

Aún sigo encontrándome gente que me para por la calle y me pregunta si tengo cupones para el viernes, o que si sé el número que salió ayer. Porque en realidad, la gente sigue asociando ciego con cupones. Al igual que ven a una persona en silla de ruedas y piensan: “Pobrecito”. O ven a un grupo de personas con discapacidad psíquica en la parada del bus y piensan: “Mírales, pobres, van al centro especial para disminuidos”. Porque existe un gran desconocimiento en nuestra sociedad acerca del grado de inserción –real- que a día de hoy alcanzan las personas con una discapacidad –o diversidad funcional-.

No sirve de nada que me presente con mi currículum y exponga mi trayectoria profesional a lo largo de los últimos cinco años. No se van a fijar en mi licenciatura, ni en los cursos que realicé a posteriori para continuar mi formación. NI siquiera valorarán si hablo inglés, si tengo manejo de aplicaciones informáticas o perfil en las redes sociales. Preguntas normales que le harían a cualquier candidato “normal”. La primera impresión que se llevarán de mí, al menos en los 30 primeros segundos, será: “Mírala, pobrecita, no ve nada”.

Porque nos llama la atención todo aquello que se sale de “lo normal”. Entendiendo por normal aquello que se sale de nuestros parámetros de estándar, lo que no es cotidiano, lo excepcional, lo que no vemos diariamente. Cuando se nos presenta delante, algo hace click en nuestra cabeza, descentramos nuestro foco de atención y por unos instantes nos quedamos flasheados. Hasta que ubicamos el nuevo elemento distorsionador, y nuestro perfecto mundo de normalidad vuelve a encajar como las piezas de un puzle perfecto. Porque seamos sinceros, cuando vemos algo extraordinario que se sale de nuestros parámetros, en seguida nuestra cabecita ordenada tiende a buscarle una etiqueta para poder catalogarlo, ordenarlo en su categoría, y meterlo en su cajón correspondiente de cosas que entendemos como “normales”.

Yo creo sinceramente que la normalidad está sobrevalorada.
¿Quién puede afirmar, categóricamente, que es normal?
¿En base a qué? ¿Comparado con qué?

Todos, quien más quien menos, tenemos nuestras pequeñas manías y defectos. Hay quien necesita ordenar su ropa en el armario por colores y estaciones del año. Mi madre, por ejemplo -perdóname mamá, voy a contarlo- tiene por costumbre tender la ropa utilizando pinzas del mismo color para cada prenda. ES decir, si al tender una camiseta pone una pinza azul en un extremo, la que coloque al otro extremo para sujetar la camiseta tiene que ser también azul. Una vez intentó no mirar al irlas cogiendo, tender la ropa sin más y no prestar atención al color de las pinzas.
Al cabo de una hora tuvo que volver, descolgar la ropa y volver a tenderla poniendo las pinzas del mismo color.
Tengo una amiga que en el ordenador, cuando abre varias ventanas del navegador -Facebook, correo electrónico, Twitter, MSN, etc- tiene que tenerlas siempre colocadas en el mismo orden, abajo en la barra de Inicio. Si no las tiene colocadas siempre de la misma manera se bloquea, se pone nerviosa y se incomoda hasta tal punto, que alguna vez la he visto cerrarlo todo para volver a irlas abriendo una a una y tenerlas colocadas a su gusto.
¿Normal? ¿Anormal? Yo creo que son pequeñas manías que simplemente, son distintas a cómo hace las cosas el resto de la gente.

Desde niños nos enseñan que todos somos iguales. NO hay mentira más grande. En el colegio nos explican que todos venimos del mono, y que somos todos iguales: payos, gitanos, blancos, negros, indios, chinos. En catequesis nos enseñaban la Biblia y nos decían que todos somos hermanos e hijos de Dios.
Repito: no hay mentira más grande.
Cada persona somos un mundo, un universo independiente de anhelos, virtudes, aficiones, sueños, deseos, manías, obsesiones… Si existen siete mil millones de seres humanos sobre el planeta Tierra, existen siete mil millones de seres totalmente independientes y diferentes unos de otros. Lo que no hemos entendido aún, tras más de miles de años de evolución, es que por muy distintos que seamos unos de otros, lo que debemos aprender es a respetarnos. A comprendernos a pesar de nuestras diferencias. A convivir unos con otros.
Es ahí en lo que fallamos. Porque seguimos discriminando lo que nos es ajeno. Lo que no podemos comprender o nos resulta extraño tendemos a excluirlo de nuestro entorno. Es ahí donde nace la discriminación.

Recuerdo un chico que estudiaba periodismo en mi clase de la facultad. Le llamaban friky, porque era un apasionado de la cultura japonesa, de los cómics manga y el anime. Lo que se denomina en la jerga como un ‘otaku’ (1). Hablaba y vestía de una forma poco habitual, y en ocasiones era capaz de abandonar una clase en medio de la explicación con el único argumento de que tenía que “ir a japonés”. Durante meses estuvo ahorrando, nos explicó, porque quería cumplir el sueño de su vida: viajar a Japón. Y al final lo llevó a cabo.

Bien, pues este chico, este “friky”, que se llevaba la palma de lo más friky que teníamos en la facultad -y mira que en Periodismo tenemos para dar y tomar-, que era blanco de todas las bromas, risas y pullas de los compañeros más… intolerantes de la clase, no llegó a terminar la carrera. Nos dejó en uno de los cursos intermedios, nunca supimos muy bien porqué, o a dónde se fue. LO cierto es que años más tarde, por casualidad, me enteré de que aquel extraño pelirrojo que dejaba las clases a medias para irse a aprender japo estaba trabajando en Alemania para una empresa de Nintendo. Y ganando un sueldazo, probablemente.
Lo que quiero decir con esta anécdota es que, por muy extraño o raro que nos parezca alguien, deberíamos tratar de comprenderlo, no discriminarlo o excluirlo de nuestro entorno solo por el hecho de que sea diferente. ¿Quién sabe si tras ese chico tímido o esa chica gótica se esconde un gran cerebro? Nunca lo sabremos si no nos damos la oportunidad de conocerlo.

Este tipo de problema lo vemos cada vez más, sobre todo entre la gente joven. Los adolescentes son cada vez más gregarios, más afanados en catalogar y segregar por tribus: los góticos, los ‘emo’ (2), las chonis, los frikys… Son incapaces de darse cuenta que todos podemos ser frikys en algún momento. Es imposible que a todo el mundo le parezcamos normal, siempre. SI es así, algo estaremos haciendo mal, seguro. Es imposible que a todos nos guste leer las famosas 50 sombras de Grey, que a todos nos encante Gran Hermano y que todos disfrutemos viendo jugar al FC Barcelona o al Real Madrid. Si eso lo entendemos, ¿por qué nos cuesta tanto entender que es posible ser diferente sin ser extraño? ¿Por qué tenemos que discriminar, catalogar, excluir o incluso insultar a quienes son distintos a nosotros?
Además, ¿no sería la vida aburridísima si a todos nos gustasen los mismos libros, las mismas películas, la misma ropa…? Seríamos como clones, como ovejas del rebaño. Y no podríamos hablar de nada, porque en todo estaríamos de acuerdo.
En la variedad está el gusto, dijo alguien. Y así me lo parece a mí.
Por eso creo que ser normal está sobrevalorado. A mí no me gustaría que al presentarme a una entrevista de trabajo pensasen de mí: “Otra periodista con un blog enganchada a Twitter. Ya lo he visto”. Porque esa soy yo, sí, pero también puedo aportar algo más, un plus, un ‘valor añadido’, como dicen en márketing. Y ese valor añadido que puedo ofrecerles yo no puede ofrecérselo nadie más. ¿O acaso todos los días se les presenta una periodista ciega, con su perro guía, que escribe un blog, está enganchada a Twitter y además se muere por demostrar su valía?
Esa es mi carta secreta. Todos tenemos algo que nos hace diferentes, que nos distingue del resto, de la masa. Nuestro valor añadido.

«Nunca olvides qué eres, porque desde luego el mundo no lo va a olvidar. Conviértelo en tu mejor arma, así nunca será tu punto débil. Úsalo como armadura y nadie podrá utilizarlo para herirte.»
(Tyrion Lannister, Juego de Tronos)

Me costó mucho trabajo entender que mi condición como persona ciega podía ser una herramienta diferenciadora en lugar de algo negativo. Fue durante las jornadas de ‘Mi primer Tweet’, organizadas por Alicia Calderón y Antonio Asensio, de ActitudMPT, en las que tuve la suerte de compartir un interesante desayuno-coloquio con profesionales de la comunicación en el que estuvimos debatiendo acerca del papel de las redes sociales y el periodismo. Se habló de la necesidad de crear nuestra marca personal y distinguirnos como profesionales, porque todo el mundo puede lanzar tweets informativos, cualquiera puede publicar cientos de tweets al día contando cosas, pero el periodista, el verdadero profesional es aquel que sabe analizar, explicar y profundizar en las causas, los porqués y las consecuencias de aquello que está publicando. Pero eso sería objeto de otro artículo…
Por no desviarme, en aquellas jornadas se habló de que para distinguirse de los cientos de comunicadores que publican en las redes sociales hoy en día, debemos diferenciarnos por encima del resto, crear nuestra marca personal, encontrar aquello que nos hace únicos. Entonces aproveché la coyuntura para plantearles una duda que hacía tiempo me venía quitando el sueño:
¿Cómo puedo hacer que se me valore como profesional por lo que cuento y cómo lo cuento sin que se fijen en quien lo está contando? Es decir, que se centren en el contenido de lo que cuento sin pensar en que quien lo está contando es Patricia, la periodista ciega.
Fueron las palabras de Jorge Francés Martín, presidente de la Asociación de la prensa de Valladolid (APV), las que perdonadme la broma, me hicieron ver la luz. Él me planteó darle la vuelta a la tortilla: ¿por qué no utilizar eso que a ti te hace diferente como un medio para alcanzar un fin? Es decir, es evidente que eres diferente, que te sales de lo “normal”, ¿no? “Entonces, ¿por qué no aprovechar eso a tu favor?”
Y ahí me di cuenta de que es cierto: amigos, ser normal está sobrevalorado.

NOTAS

1) Otaku: Término japonés para referirse a las personas con intereses obsesivos, particularmente anime, manga y videojuegos. En el mundo occidental, el término «otaku» es empleado para calificar a aquel que es fanático de la cultura japonesa.
2) Emo: Tribu urbana que suele vestirse con colores oscuros y maquillaje que simula tristeza. Tiene influencia del punk. La palabra Emo deriva de Emoción.

UNA NUEVA ETAPA

Brilyn y yo hemos comenzado una nueva etapa en nuestras vidas. Antes o después tenía que ocurrir, y aunque yo deseaba que fuese antes, el panorama actual de nuestro país hacía que pareciese algo muy lejano e improbable.

Pero a veces, cuando menos te lo esperas, y aunque todo parezca ponerse en contra, surge una luz en las tinieblas, y la oportunidad que tanto estabas esperando, al fin te llega.

Esta vez, llegó en forma de oferta de trabajo.

Hace exactamente una semana que empezamos a trabajar. Y digo “empezamos”, utilizando el plural, porque considero que Brilyn trabaja tanto como yo. Ella viene conmigo en el autobús, me guía hacia la parada, me ayuda a cruzar la calle, y me lleva directamente hasta la puerta de la oficina. Luego se queda toda la mañana cuidando de mí, tumbada debajo de mi mesa, esperando a que llegue la hora de salir, para llevarme sana y salva de vuelta a casa. Así que para ella también es su primera experiencia laboral, y se merece toda mi gratitud por ello.

Desde hace una semana soy la responsable de prensa de una pequeña empresa de Castilla y León, que aunque es pequeña en cuanto al personal, es realmente grande en cuanto a sus objetivos.

Mi función es dirigir y coordinar el departamento de prensa, pero como actualmente sólo lo compongo yo, pues me dirijo y me coordino a mí misma, y la verdad es que lo hago bastante bien. Me llevo estupendamente conmigo misma, me obedezco en todo y no discuto ninguna de mis decisiones, lo cual convierte el trabajo conmigo misma en algo muy agradable.

Ahora hablando en serio, se trata de una gran oportunidad para demostrar lo que sé hacer, y me gusta. Disfruto con lo que hago (al menos lo poco que he podido vislumbrar en esta semana y pico), y considero que con el tiempo, podré hacerlo muy bien, si me dan la suficiente confianza.

Me siento muy a gusto, lo cual también es importante, además creo que esta experiencia puede ayudarme muchísimo a crecer como persona, profesional y personalmente. Así que mi filosofía es, en esta nueva etapa, disfrutar al máximo cada día, aprender todo lo que pueda, y tratar de dar lo mejor de mí misma en cada momento. Puede que no siempre lo consiga, porque todos tenemos defectos y nadie hace todo bien las 24 horas del día, pero creo que cuando haces algo que te gusta, el nivel de implicación y motivación es mucho mayor.

Así que de momento, estoy feliz, me siento muy bien, y Brilyn cada día está más adaptada, con lo que estoy doblemente satisfecha.

Deseadnos suerte en este nuevo camino que comenzamos a recorrer…